Derrapes con final salvador

Posted on 18 octubre 2009. Filed under: Deportes, Fútbol | Etiquetas: , , , , , |

Una vez finalizadas las eliminatorias a Sudáfrica 2010 el balance del rendimiento del seleccionado argentino dejó más dudas que certezas.

Después de tres etapas clasificatorias en las que el equipo nacional lograra el pasaje a los mundiales -1998, 2002 y 2006- con cierto margen de tranquilidad, en esta versión la situación fue distinta: Argentina llegó a Sudáfrica con el último aliento.

La carrera comenzó de la mano de Alfio Basile en su segundo ciclo al frente del combinado nacional. Magros resultados acompañados por un flojo desempeño del equipo precipitaron su salida. Después de caer con el Chile de Marcelo Bielsa 1-0, el “Coco”, dejó su cargo alegando que “los motivos de mi renuncia me los llevo a la tumba”.

La confusión en el seleccionado comenzaba a reinar. El interminable Julio Humberto Grondona decidió darle la chance al máximo ídolo del fútbol argentino: Diego Armando Maradona asumía el cargo el 30 de octubre de 2009, justo en su cumpleaños 48.

El gran DT del seleccionado declaró al ocupar su puesto que la “selección era un Roll Royce llenó de tierra”. Y empezó a meter mano: la primera decisión fue designar a Javier Mascherano como capitán, reemplazando hasta el entonces dueño de la cinta Javier Zanetti. Además, Lionel Messi fue el elegido para vestir la histórica número 10.

La era comenzó con tranquilidad: victoria 1-0 frente a Escocia en Glasgow y 2-0 contra Francia en Marsella. Sin embargo, Juan Román Riquelme, el referente y goleador del equipo en las eliminatorias -junto a Sergio Agüero y Messi con 4 goles-, pegó un nuevo portazo y le dijo que no al seleccionado de Diego porque, según él, “con el entrenador no manejamos los mismos códigos”.

Maradona terminó el asunto con un “el que renuncia a mi selección no vuelve más” y tuvo su debut oficial como técnico: 4 – 0 frente a la tibia Venezuela, en una actuación que invitaba a entusiasmarse… y vuelta a la calma.

“La Paz” fue efímera: 6 a 1 con Bolivia, con baile en la altura, en lo que fue la segunda peor derrota de historia del fútbol argentino-la primera el “desastre de Suecia” en el mundial de 1958, mismo resultado frente a Checoslovaquia-.

Pero no solo llovieron los goles, las peleas comenzaban a hacerse públicas. Maradona salió al cruce: “Obama (Barack) eligió lo que el quiso y a mi no me quieren dar a Oscar Ruggeri”. “Humbertito” Grondona alertó que “Diego debería escuchar más a un técnico campeón del mundo” en alusión a Carlos Bilardo. Grondona padre le cerró la puerta definitivamente a Ruggeri. Diego amagó, como en sus mejores tiempos a irse… pero se quedó.

Argentina apenas le ganó a Colombia 1-0 de local, volvió a perder de visitante con Ecuador como verdugo (2-0) y, de pronto, llegó la calculadora.

Todos a hacer cuentas. Se venía nada más y nada menos, que Brasil. Diego quiso meter presión y se llevó a la Selección a Rosario. Pero no pudo cambiar la historia: 3-1 y en cuatro días nos esperaba Paraguay en Asunción. Misma película de terror: derrota 1-0 y la desesperación por llegar a Sudáfrica.

La interna otra vez en primera plana: Diego plantó a Grondona que tenía pautado una reunión con el manager Carlos Bilardo y viajó a Europa a depurar su cuerpo en un spa. Aparentemente no fue lo único que depuró: después de una charla con algunos jugadores, Fernando Gago, Javier Zanetti, Maximiliano Rodríguez, Lisandro López, Diego Milito y Nicolás Burdisso, entre otros, quedaron afuera de la última convocatoria.

 Al regresar, Pelusa se encontró con una novedad: a Bilardo se le escapó la tortuga y algunos nombres de la futura convocatoria. El Diez fue tajante: “después de las eliminatorias hablamos”.

Llegó Perú, el mismo que Agüero consideró que no jugaba a nada. Sin embargo, el desorden del equipo, sumado al nerviosismo imperante, el poco compromiso de algunos jugadores y la falta de una identidad de juego, agrandaron al peor equipo de la etapa clasificatoria y un milagro salvó a la selección: en el medio de la tormenta apareció Martín Palermo.

La mano de Dios luego lo señalaría como San Palermo y Argentina tenía más oxígeno para combatir en la batalla de Montevideo.

Con un esquema conservador, Argentina llegó a Uruguay sabiendo que la historia le era esquiva: en el Estadio Centenario hacía 13 años que un combinado nacional no se llevaba una victoria.

Para ello, se planteó tres premisas: Asegurar el cero en la meta de Sergio Romero, salir rápido de contra con los “ligeros” Messi y Gonzalo Higuaín, y aprovechar la altura de sus cuatro defensores centrales en ambos arcos.

El planteo fue mezquino, muy lejos de la identidad nacional. El equipo se plantó atrás y terminó el partido con un solo punta, cinco defensores y un aceptable Jonás Gutiérrez que se desdobló en defensa y ataque.

Las pobres actuaciones quedaron sepultadas por la alegría de la clasificación. Sin embargo, cuando la euforia amaine, las dudas y la preocupación van a reflotar en un barco que parece amenazar un naufragio en Sudáfrica 2010.

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